El pasado sábado 28 de junio, la parroquia de Guadalupe fue escenario de una celebración profundamente conmovedora: la Fiesta del Inmaculado Corazón de María. Esta festividad reviste una gran importancia, no solo para la comunidad, sino también para la orden de los Misioneros Claretianos, hijos devotos del Inmaculado Corazón de María.
La jornada comenzó con una misa solemne concelebrada por tres sacerdotes: el P. René Pérez, CMF, párroco de Nuestra Señora de Guadalupe; el P. Vicente Cancino, CMF, y el P. Irenius Banggun, CMF. La presencia de los diversos grupos pastorales de la parroquia llenó la iglesia de una energía vibrante y una profunda espiritualidad. La participación activa de la comunidad se sintió en cada momento de la celebración.
El corazón de la misa fue, sin duda, la homilía del P. René Pérez. Sus palabras resonaron con fuerza, invitándonos a una introspección personal sobre la imitación del Corazón de María. El Padre René nos recordó la profunda unión entre el Corazón de María y el Corazón de Jesús, una unión que se manifiesta en la total entrega, la obediencia incondicional y el amor abnegado de la Virgen Madre. Esta unión, explicó, es el modelo a seguir para cada uno de nosotros en nuestro camino hacia Dios. Debemos, como María, abrir nuestros corazones a la voluntad divina, aceptando con humildad y amor tanto las pruebas como las alegrías de la vida. Su mensaje fue un poderoso llamado a la conversión, a la búsqueda de una mayor cercanía con Jesús a través de la imitación del ejemplo de María. La homilía no se limitó a la simple exhortación; fue una guía espiritual que nos invitó a examinar nuestra propia vida y a buscar la transformación interior.
Tras la misa, la celebración continuó con un cálido convivio. Este momento de compartir, fraternidad y alegría fue el broche de oro de una jornada cargada de espiritualidad y significado. La convivencia permitió a los asistentes profundizar en los lazos de hermandad y fortalecer el sentido de comunidad que caracteriza a la parroquia de Guadalupe.
La importancia de la Fiesta del Inmaculado Corazón de María radica en su capacidad para recordarnos la centralidad de María en la historia de la salvación. Ella, modelo de fe, esperanza y caridad, nos muestra el camino hacia la unión con Dios. Su corazón, unido inseparablemente al Corazón de Jesús, nos inspira a vivir una vida de entrega total a la voluntad divina y a cultivar un amor incondicional hacia Dios y hacia nuestros semejantes. La celebración de esta fiesta renueva nuestra fe e impulsa a seguir el ejemplo de María, buscando siempre la gloria de Dios. Es una fiesta que nos llena de esperanza y nos recuerda que, con la intercesión de María, podemos alcanzar la plenitud de la vida en Cristo.
Que el Inmaculado Corazón de María, fuente inagotable de amor y compasión, continúe intercediendo por nosotros, guiándonos con su luz maternal a través de los desafíos de la vida y protegiéndonos en nuestro camino hacia la santidad, hasta alcanzar la plena unión con Dios.